西语阅读:《一千零一夜》连载二十七(9)

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De este modo viví durante algunos días, habituándome paulatinamente al olor insoportable de aquella gruta, y para dormir me acostaba en un lugar que tuve buen cuidado de lim­piar de los huesos que en él apare­cían. Pero no podía retrasar mas el momento en que se me acabaran el pan y el agua. Y llegó ese momento. Entonces, poseído por la más abso­luta desesperación, hice mi acto de fe, y ya iba a cerrar los ojos para aguardar la muerte, cuando vi abrir­se por encima de mi cabeza el agu­jero del pozo -y descender en un ataúd a un hombre muerto, y tras él su esposa con los siete panes y el cántaro de agua.

Entonces esperé a que los hom­bres de arriba tapasen de nuevo el bocal, y sin hacer el menor ruido, muy sigilosamente, cogí un gran hue­so de muerto y me arrojé de un salto sobre la mujer, rematándola de un golpe en la cabeza; y para cer­ciorarme de su muerte, todavía la propiné un segundo y un tercer gol­pe con toda mi fuerza. Me apoderé entonces de los siete panes y del agua, con lo que tuve provisiones para algunos días.

Al cabo de ese tiempo, abrióse de nuevo el orificio, y esta vez descen­dieron una mujer muerta y un hombre. Con objeto de seguir viviendo -¡porque el alma es preciosa!- no dejó de rematar al hombre, robándo­le sus panes y su agua. Y así con­tinué viviendo durante algún tiempo matando en cada oportunidad a la persona a quien se enterraba viva y robándola sus provisiones.

Un día entre los días, dormía yo en mi sitio de costumbre, cuando me desperté sobresaltado al oír un ruido insólito. Era cual un resuello huma­no y un rumor de pasos. Me levan­té y cogí el hueso que me servía pa­ra rematar a los individuos enterra­dos vivos, dirigiéndome al lado de donde parecía venir el ruido. Des­pués de dar unos pasos, creí entre­ver algo que huía resollando con fuerza. Entonces, siempre armado con mi hueso, perseguí mucho tiern­po a aquella especie de sombra fu­gitiva, y continué corriendo en la obscuridad tras ella, y tropezando a cada paso con los huesos de los muertos; pero de pronto crei ver en el fondo de la gruta como una estre­lla luminosa que tan pronto brillaba como se extinguía. Proseguí avan­zando en la misma dirección, y con­forme avanzaba veía aumentar y en­sancharse la luz. Sin embargo, no me atreví a creer que fuese aquello una salida por donde pudiese esca­parme, y me dije: “¡Indudablemente debe ser un segundo agujero de este pozo por el que bajan ahora, algún cadáver!” Así, que cuál no sería mi emoción al ver que la sombra fu­gitiva, que no era otra cosa que un animal, saltaba con ímpetu por aquel agujero. Entonces comprendí que se trataba de una brecha abierta por las fieras para ir a comerse en la gruta los cadáveres. Y salté detrás del animal y me hallé al aire libre bajo el cielo.

Al darme cuenta de la realidad, caí de rodillas, y con todo mi cora­zón di gracias al Altísimo, por haber­me libertado, y calmé y tranquilicé mi alma.

Miré entonces al cielo, y vi que me encontraba al pie de una monta­ña junto al mar; y observé que la tal montaña no debía comunicarse de ninguna manera con la ciudad por lo escarpada e impracticable que era. Efectivamente, intenté ascender por ella, pero en vano. Entoneces, para no morirme de hambre, entré en la gruta por la brecha en cuestión y cogí pan y agua; y volví a alimen­tarme, bajo el cielo, verificándolo con bastante mejor apetito que mientras duró mi estancia entre los muertos.

Todos los días continué yendo a la gruta para quitarles los panes y el agua, matando a los que se enterra­ba vivos. Luego tuve la idea de reco­ger todas las joyas de los muertos, diamantes brazaletes, collares, per­las, metales cincelados, telas preciosas y cuantos objetos de oro y plata había por allá. Y poco a po­co iba transportando mi botín a la orilla del mar, esperando que llegara día en que pudiese salvarme con ta­les riquezas. Y para, que todo estu­viese preparado, hice fardos bien en­vueltos en los trajes de los hombres y mujeres de la gruta.

Estaba yo sentado un día a la ori­lla del mar pensando en mis aventu­ras y en mi actual estado, cuando vi que pasaba un navío por cerca de la montaña. Me levanté en seguida, desarrollé la tela de mi turbante y me puse a agitarla con bruscos ade­manes y dando muchos gritos mien­tras corría por la costa. Gracias a Alah, la gente del navío advirtió mis señales, y destacaron una barca para que fuese a recogerme y transpor­tarme a bordo. Me llevaron con ellos y también se encargaron muy gus­tosos de mis fardos.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19